SIN ÁNIMO DE POLEMIZAR…

… realmente creo que la polémica es real. Existe. Está en la calle. ¿Mascarilla sí o no? ¿Fumamos sin respetar la distancia social? ¿Es el covid real o es una ficción para controlarnos? En muchas ocasiones se zanja la discusión poniendo en cuestión a alguna persona famosa o algún apreciado amigo/a que defienda esta última postura pero, ¿qué sabemos en realidad? ¿Son las medidas que nos han impuesto coercitivas? Por supuesto. ¿Son medidas establecidas sólo para controlarnos? Tal vez. Yo no lo sé. ¿Me preocupa? Claro. Como a todos.
Verán, en 2010, es decir, hace una década, el entonces presidente Zapatero se vio forzado a salir a la arena pública para decir que, entre otras medidas de recorte, subía el IVA, congelaba pensiones y quitaba una paga a los funcionarios. Lógicamente, los afectados protestaron. No era justo, sobre todo considerando que sólo dos años antes había superávit presupuestario. ¿Dónde estaba ese superávit? Más de uno protestó, diciendo que las crisis siempre las pagaban los mismos, es decir, pensionistas y funcionarios. Y tal vez tuviesen razón. En cualquier caso, existía el debate de si efectivamente tenían razón o no.
Pero lo que a nadie se le ocurría era comparar dicha realidad con la de un ciudadano de un algún estado fallido, donde la gente no tiene un sueldo decente, ni seguro, ni protección social, ni pensión… donde no hay ni agua potable, joder. No se nos ocurriría decirle a un funcionario que pierde una paga extra como consecuencia de los recortes “¿Pues en tal país no tienen ni seguridad social, así que no te quejes”. A nadie se le ocurriría tal cosa.
Con el covid sí lo hacemos.
“Sólo el necio confunde valor y precio”, dijo Quevedo a Don Pedro Téllez-Girón hace algunos siglos. El valor de una vida humana es incalculable. Sólo homologable al valor de otra vida humana. Sin embargo, el coste de salvar una vida humana sí puede ser con frecuencia calculado. Es el coste de los servicios médicos necesarios a tal fin. Pero lo que no parece razonable es la comparación de la situación de un paciente en algún país desarrollado con servicios de salud modélicos con otros que tal vez sean estados fallidos, y donde sus habitantes están totalmente dejados de lado. Si bien una vida humana vale tanto como otra, realizar un paralelismo entre una muerte por, digamos, falta de agua potable o de alimento, con un fallecido por el covid en España después de aplicarle toda la tecnología médica existente, no es una comparación que parezca tener mucho sentido. Siendo ambas exactamente igual de dramáticas, quede esto claro.
Por tanto repito, y no me canso de repetirlo, una vida humana vale exactamente lo mismo que otra. Tiene un valor incalculable, y por tanto no tiene precio. Pero a veces, la diferencia entre salvar dicha vida o no salvarla puede depender de la posibilidad de sufragar el coste que conlleva. Podríamos decir que un coste calculado puede salvar una vida de valor incalculable.
Y es ahí donde, tal vez, radique el motivo por el cual nuestras propias vidas han quedado congeladas por el covid, sin aparentemente existir motivo estadístico para ello. No es sólo por el descomunal y dramático número de muertos, como acabo de comentar. Es porque, además, el covid ha tenido, al menos hasta hoy, una cualidad especial cual es la capacidad para colapsar nuestro sistema de salud.
Piénsenlo.
Hay varios puntos clave en nuestro estado del bienestar. Además de la seguridad jurídica, una justicia adecuada, unos razonables servicios públicos, carreteras, infraestructuras, etc., hay uno que es esencial: la protección social. Pensiones, prestaciones no contributivas… y también la sanidad. O sea, la vigilancia y protección de la salud pública. Esa es una responsabilidad que nuestros gobernantes quieren ver salvada, y lo cierto es que el bicho ha puesto a prueba nuestros sistemas de salud, llevándolos al colapso en más de una ocasión y en más de un lugar. La mera posibilidad de que ello vuelva a ocurrir, de ver un pabellón de ataúdes hasta el techo y con los servicios de urgencias trabajando a destajo sin dar abasto, da pánico.
Ese escenario fue real. ¿Puede volver a serlo? No lo sabemos. Bueno, al menos yo no lo sé.
Los responsables públicos, normalmente poco amigos de asumir responsabilidades, se ven ante una tesitura que puede que les obligue a ganarse el sueldo por primera vez en mucho tiempo (algo que lamento decir, pero que es cierto), y es que tienen que escoger entre el incalculable valor de vidas humanas (la salud o el sistema de salud, como usted prefiera) y la pobreza, sea esta al menos temporal hasta encontrar un remedio, una salida a la situación que se ha formado. O una cura.
Es cierto que las cosas se pueden hacer mejor, que hay países donde la incidencia es menor que en España, que no tenemos nunca un duro para proteger debidamente a nuestros ciudadanos, tal vez porque se malgasta el dinero en asuntos menos importantes, tal vez porque no sabemos crear riqueza que sirva, entre otras cosas, para pagar impuestos, tal vez vaya usted a saber por qué.
Pero las normas se ponen muchas veces para limitar riesgos. ¿Nunca se ha saltado usted ninguna norma? ¿Seguro? El haberlo hecho no implica que no esté de acuerdo en que tengan que existir, porque diariamente mueren personas en accidentes de tráfico, el absentismo laboral cuesta dinero al país (no sólo a la empresa), hay fraude fiscal, etc. etc. Las normas se publican para todos y todos las aceptamos. Y a veces nos las saltamos. Por eso hay tribunales, entre otras cosas.
No aceptamos la mascarilla, ni la información existente relativa al covid. Porque coarta nuestra libertad y nos arruina.
Vale.
Yo me pregunto, si los servicios sanitarios, esos que cuestan el 30% de la nómina de todos los trabajadores de España, se vuelven a colapsar de nuevo por el covid, si nuestros jóvenes comienzan a enfermar, si alguno muere o se queda con secuelas irreparables (esperemos que no ocurra)… ¿quién será el responsable entonces? ¿Las autoridades? ¿O se sentirán de algún modo corresponsables quienes anuncian una eventual conspiración para convertirnos en víctimas del Gran Hermano y recomiendan la rebeldía ciudadana contra las normas?
Digo esto sin despreciar la posibilidad de que tal conspiración exista, pero me parece que esa no es la cuestión ahora. Cuando el régimen fascista de Hitler bombardeaba Londres, pues eso, era un régimen fascista e injusto que lanzaba bombas sobre la urbe. Que no tuviera razón moral para hacerlo no impedía que la gente se metiera en el metro a protegerse de los bombardeos. Yo me pongo la mascarilla. Hasta los mismos de la p… mascarilla. A veces aparco en doble fila. Y a veces me quito la mascarilla. Lo reconozco. Pero hasta que no haya respuestas, mi opinión es que debemos protegernos, y esforzarnos en buscar salidas entre todos a la actual situación de colapso económico y financiero. La verdad acabará saliendo a la luz. Las soluciones al problema llegarán.
Mientras tanto, mucho me temo que la prudencia es lo mejor que podemos adoptar como norte.

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