SOBRE MÚSICOS Y MÚSICAS…

La música empieza donde acaba el lenguaje.

E.A.Hoffmann

 

La mujer que tocaba la viola destacaba sobre el resto. Sentada en el borde de la silla, con la espalda separada del respaldar, totalmente recta, mantenía una postura erguida y digna mientras sus manos, obedeciendo órdenes de un entrenado cerebro, seguían sus instrucciones, consistentes en impulsar el arco sobre las cuerdas con tal gracilidad que parecía no tocarlas. Su semblante, mezcla imposible de serenidad y firmeza, de ternura y disciplina, transmitía una sensación de absoluto dominio de la escena, hasta el punto de anestesiarme. Luego, cuando el veterano pianista comenzó su ejecución, mi asombro fue más allá. Sin partitura alguna, recitó el concierto de Chopin con tal delicadeza que hipnotizó a un atestado aforo, que marchó a casa encantado.

Qué músicos más buenos, pensé a la salida, mientras andábamos en silencio hacia el aparcamiento. Un gran músico, y una gran… músico. O tal vez deba decir una gran música.

Claro, con esto de la corrección y de la visibilidad de género, las dudas son constantes. Ya sé que la RAE ha zanjado el asunto considerando el masculino como neutro cuando se refiere a un grupo. Y en este caso, parece que no hay duda, porque la violista es músico. No sería correcto decir que “es música”. Bueno, sí que puedo decirlo, porque realmente la mujer es música toda ella. La respira por todos sus poros. Pero, de igual modo, el pianista también es música, concertista desde los cinco años, imagínense… En este caso, el femenino eleva el vocablo hasta cambiar un adjetivo por una cualidad.

Eres música.

Yo, que en lugar de oído tengo dos papas guisadas, una a cada lado de la cabeza, y manos con cinco dedos gordos, incapaz de hacer que ningún instrumento suene a algo distinto del burdo ruido, consideraría un sueño que alguien me dijera algún día eso: eres música. La que sale de tus labios cuando dices eso, querida, contestaría de inmediato en dicho hipotético sueño.

Y es que, como dijo el gran Sanz, al final solo quedará la música…, que es la que lo arregla casi todo, añado yo.

Incluso las discusiones de género.

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