SOMBRA AQUÍ, SOMBRA ALLÁ…

Decía Harari (siempre Harari) que hay una razón para que el ser humano haya poblado la Tierra. Para que haya dominado a todos los demás bichos vivientes. Para que haya superado a seres más fuertes, más rápidos, tal vez incluso más inteligentes, y haya hecho de este planeta lo que le da la gana. Literalmente.

Y la razón, explica, no es que se haya adaptado mejor, como dicen tantos. El motivo real, según el autor, ha sido nuestra capacidad de colaborar con gente en número creciente. Gente que vive cerca, gente que vive lejos, gente que conoces, gente nunca conocerás.

Por ejemplo, si vas a tomar un vuelo, facturas y metes la maleta por una cinta transportadora. La maleta desaparecerá, pero tú irás a tomar un cafelito en lo que te llaman para el despegue sabiendo que en destino, no importa lo lejos que este sea, tu maleta aparecerá por otra cinta transportadora.

Sabes que habrá gente que cogerá la maleta, la meterá en el avión correcto, otra gente la bajará de dicho avión y la lanzará en el camión correcto y, a su vez, otra gente la llevará a la cinta transportadora correcta. Allí la depositará alguien que tampoco conoces ni conocerás y tú la retirarás tranquilamente.

Ni te planteas que pueda resultar de otro modo.

Confías en personas que tal vez no hablen tu idioma, que nunca verás. Pero confías.

De tal modo, dejas el coche en el taller para que lo arreglen, entregas facturas a tu asesor para que cumplimente una cosa que se llama declaración de la renta y que no hay quien entienda, dejas que te metan en un tubo escandaloso para que estudien esa rodilla que te duele, recibes correos del colegio de tus hijos diciendo que son buenos, o que son ruines, o que aprobaron, o que se saltaron una clase, etc. etc. etc. Confías en los demás, en el sistema, en la raza humana. Por tal motivo, siempre según Harari, hemos superado a los demás animales.

No veo plausible que un animal cualquiera acepte soltar su posesión más preciada (imagina la que quieras) para meterla por una cinta transportadora. Ello a pesar de que le explicas que en un país que está a seis mil kilómetros, alguien recuperará su preciado bien para devolvérselo.

–Sí hombre –dirá el animal–, olvídate del asunto…

–Confía –insistes tú–, que alguien lo recupera para dártelo luego.

–¿Pero tú lo conoces al que lo recupera, o qué?

–No.

–Entonces déjate de rollos y no me líes.

Y no habrá forma.

El ser humano sabe que las cosas van a suceder de un modo determinado, porque en el fondo confiamos en los demás. Si subo a un edificio de treinta plantas, supongo que alguien habrá calculado las estructuras; si subo a un avión, supongo que alguien habrá diseñado un bicho que vuele y aterrice; si aprieto el pedal del freno del coche, sé que alguien ha diseñado el aparato para que se pare cuando yo diga… y así.

Pero las sombras planean por el ser humano. Sombra aquí, sombra allá… buscamos la luz. La seguimos, confiamos en algunos, en otros no. ¿En quién confiar? Sabemos que solos no vamos a ningún lado, pero también sabemos que confiar en la persona equivocada puede ser fatal.

Las sombras se ciernen sobre el proceso de vacunación de un virus que nos tiene maniatados. Las vacunas se ponen en entredicho, hasta el propio virus es puesto en entredicho, la información es brutal, proveniente de múltiples fuentes, la certeza brilla por su ausencia. O tal vez no, pero surgen las dudas porque una persona, o varias, o un blog, o una revista, siembran la duda.

¿Y si…?

El ser humano dudando del ser humano. Gente que no se fía. Que no se quiere fiar. Que ya no quiere escuchar. Que no lo ve claro.

Siendo yo de los que se ha vacunado, además, sin dudas de ninguna clase, puedo entender que haya quien no quiera hacerlo, porque soy consciente de que el bombardeo es constante e inclemente.

Pero luego, si entendemos que el ser humano ha progresado gracias a la confianza mutua, a la colaboración con personas que ni conocemos ni conoceremos, a la creencia de que el ser humano es básicamente fiable… ¿qué hacemos?

¿Confiar en el ser humano, en sus Administraciones Públicas, en sus sistemas sanitarios, en sus investigadores…?

¿O ya no?

Sombra aquí, sombra allá.

El tiempo otorgará la razón, y también la arrebatará.

Yo creo que el ser humano es confiable.

Entre otras cosas, porque la alternativa sería simplemente terrible.

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