TEARS IN RAIN

Fue sólo un instante, pero fue suficiente. Alita desplegaba todo su potencial sobre sus patines, sorteando multitud de adversarios nacidos para destruir. Era ganar o morir. Contorsiones imposibles, enemigos implacables, armas de destrucción inmisericorde, todo ello metido en un circuito cerrado, a velocidad mareante, mortal. Tal vez demasiado para la niña, aparentemente frágil, que no dudó en enfrentar a los monstruos. Sin embargo, y a pesar de las apariencias, había nacido para eso.

Vencidos muchos de aquellos engendros de demolición, Alita, la criatura de estética quebradiza, estilizada, bella, cuya presencia chocaba con tanto aniquilamiento y desolación, cogió un brazo articulado de algún monstruo que había sido previamente neutralizado. Dio un salto imposible y, en la pantalla instalada al fondo del Auditorio, todos pudimos ver cómo perforaba a otro monstruo, para terminar con él de forma definitiva.

Ya sin casco, sacudió su pelo azul y giró el cuello para mirarnos a todos. Parecía pedirnos algo.

La respuesta a su petición llegó de inmediato. La imagen de Alita fue sustituida por la de Diego Navarro que, batuta en mano, dirigía un ejército de 150 artistas que se afanaban en llenar el espacio de notas magistrales.

Unas notas que, esas sí, nos perforaron a todos.

Brad Fiedel, Vince DiCola, Jonhny Klimex, y a Przybylowicz y Adamczyk… ¡pronúncielos usted mismo que yo no sé! Amir John Haddal El Amid, Greg Ellis, Olga Jankowska y Jadel acompañaron a la orquesta Sinfónica de Tenerife en una velada donde se premió a Arnau Bataller, Josué Vergara, Iván Palomares, Zacarías M. de la Riva y Gerard Pastor, con premio especial para Wendy Carlos y Dennis Sand.

Este último nos contó que ha habido dos momentos clave en su vida. El primero, cuando nació. El segundo, cuando averiguó para qué. El parecido con Alita me resultó entrañable.

Todos estos nacieron para lo que fuera, pero ayer se empeñaron en convertir la noche en inolvidable, dándolo todo y poniendo al público en pie en varias ocasiones.

Al final, Ana Molowny nos recordó que el concierto “Like tears in rain”, que ofrecieron una semana antes en el Guimerá, había sido el preludio de un final inacabado, que tendría que haber sido hoy.

Mucho me temo que su lugar lo ha ocupado la lluvia, que ya está aquí, y las lágrimas por saber que aún queda un año para Fimucité 17.

Larga vida, Fimucité.

Y gracias a Diego Navarro, Ana Molowny y Pedro Mérida por tanta excelencia.

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