EL TUBITO DE LAS NARICES

Intento meter los pantalones en unas piernas que han olvidado la formalidad, habiendo adoptado las cholas, los bañadores y el salitre como elementos habituales de mobiliario corporal, y cuando llego al cinturón, el asunto ya es de traca.

Kilos adicionales aparte, abro el periódico digital y me tropiezo con la última maniobra de Sánchez, en mi opinión oportuna y brillante, en este caso, con su homólogo alemán, Scholz, en relación a lo que será nuestra fuente de energía este próximo invierno, que se presenta entretenido. El bloqueo del Nord Stream 2 por parte del canciller Scholz, hace preciso buscar una fuente alternativa, que el alemán ha visto clara en España.

Francia, siempre complicada cuando se trata de minar el famoso eje franco-alemán, no ve la cuestión con buenos ojos y se ha bajado de la guagua. El oleoducto a través de los Pirineos ha sido rechazado por los franceses inicialmente, bajo el alegato de motivos de lo más peregrinos.

Sugerir Sánchez lo de colocar un tubo bajo el mar Mediterráneo para llegar a Alemania a través de Italia, y el francés reconsiderar la idea del bloqueo del tubito de las narices fue todo una. Ahora van a echarle una pensada. Hay que joderse.

La isla energética en que la Península Ibérica se ha convertido puede ir más allá, y estamos en condiciones de convertirnos en una posible en la fuente de energía de otros países. Como Alemania, por ejemplo. Para el alemán, no hay color entre comprar hidrógeno verde a España, país amigo y miembro de la UE, o comprar gas a Rusia.

El asunto trasciende la cuestión medioambiental, ya de por sí importante. Para la geoestrategia de los países, y especialmente si eres el cuarto del planeta por PIB, como lo es Alemania, el respeto por el medio ambiente es importante, pero también lo es la independencia. Depender de un país externo a la UE como Rusia, que además ha tomado la decisión de invadir un país tercero de Europa alegando razones que nos cuesta entender, es algo temerario.

Es verdad que las tres cuartas partes de la energía consumida en el planeta proviene de combustibles fósiles, y que sustituir dicha realidad es tarea compleja, cara y larga. Pero no es menos cierto que lograr que países que han sido tradicionalmente contendientes, cuando no enemigos, hayan logrado tras cincuenta o sesenta años funcionar como si fueran uno solo, para muchos era una quimera. Y ahí está la UE. Con su moneda y todo.

Lo único que no tenía la UE era energía, pues los combustibles fósiles no son parte de nuestro patrimonio. Algo que, en el pasado, podía ser considerado como un problema… que aún lo es (¡y cuánto!), pero que en el futuro puede ser una bendición.

Y, a pesar de las reticencias de Francia, en especial para España, jatetú.

El hidrógeno verde se presenta como el futuro de Europa. Veremos qué pasa.

Buena “rentrée” amigos…

 

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