UNA DE NÚMEROS

(Aviso de antemano que este artículo es un rollo)

Cuando se habla de presión fiscal, se suele indicar un porcentaje. Por ejemplo, “La presión fiscal en España está en el entorno del 35%”.

Vale, pero… 35% ¿de qué?

Pues del PIB, claro. Si el Producto Interior Bruto de España fuese, digamos, 1 billón de euros al año, y la presión fiscal es del 35%, quiere decir que la presión fiscal es de unos 350.000 millones de euros en impuestos.

Este porcentaje (35%) se utiliza por parte de determinados dirigentes políticos para indicar que la presión fiscal es menor a la de algunos países europeos. Se suele poner de ejemplo Alemania, con una presión fiscal del 41,5% en 2019, o de Francia, con un 47,2% en el mismo año. En España ha sido del 35,2%.

A priori puede parecer que nuestra presión fiscal sea inferior a la de nuestros vecinos de forma injusta. Lo que no se suele decir es que la presión fiscal de Reino Unido es del 35,2%, o la de Estados Unidos del 26%.

Quiero decir con esto que comparar porcentajes puede ser algo confuso, porque dicho porcentaje se ha de aplicar sobre otro concepto, cual es el PIB.

Claro, si vamos al PIB por persona, vemos que en Alemania es de 40.070€, en Francia de 33.690€. En Reino Unido, 35.434€. En Estados Unidos de 55.806€.

En España el PIB per cápita fue de 26.000 euros en 2019. Pero ha bajado a 23.000 en 2020.

Todo el mundo entiende que uno pague impuestos en función de lo que gana. Por ejemplo, en el IRPF, si ganas 15.000€ pagas el 24%. Si ganas 60.000, el 45%. Si ganas 300.000, el 47%.

El PIB de España ha bajado un 10,8% respecto del año anterior. Si en 2019 era de 1,244 billones, en 2020 era de 1,121 billones. Unos 123.000 millones de euros menos.

Si la presión fiscal en España es del 35%, entonces hemos dejado de recaudar en 35% de 123.000 millones.

O sea, que hemos dejado de recaudar la cantidad de 43.000 millones de euros como consecuencia de la bajada del PIB.

Vale.

Usted se preguntará a qué viene todo este rollo, pero claro, es que el debate suele ser confuso cuando hablamos de impuestos. Hoy observamos cómo nos indican que los impuestos han de subir, porque hay que “armonizar” y conceptos similares. Pero en realidad hemos ganado menos (123.000 millones de euros menos), y los impuestos suben, entendiéndose por ello que los porcentajes que nos quieren cobrar son superiores a los que eran.

Si hemos ganado menos y los impuestos suben, tendremos menos dinero en el bolsillo por partida doble. Porque hemos ganado menos… y porque pagamos más impuestos. Claro.

Si tenemos menos dinero en el bolsillo, gastamos menos.

Si gastamos menos, vendemos menos.

Si vendemos menos, ganamos menos.

Si ganamos menos, pagamos menos.

Si pagamos menos, habrá menos recaudación.

Pero ¿esto hay que explicarlo?

Lo más sorprendente es que acudo a la prensa y observo cómo se pretende subir los impuestos de la renta para recaudar unos importes extra en 2021 y 2022 de aproximadamente 3.997 millones de euros. También subir otros (Patrimonio, Transmisiones, etc.) para recaudar asimismo cuatro perras, hablando mal.

O sea, tenemos 123.000 millones menos para reactivar la economía, recaudamos 40.000 millones menos y encima nos quieren cobrar 4.000 millones más de lo que nos cobraban antes, importe que no cubre esa menor recaudación y, simultáneamente, nos deja mucho dinero menos en los bolsillos para echar a andar la economía.

A veces se pregunta uno si lo que intentan con esto es mejorar las cosas en el país, o simplemente mejorar las cosas para eso que llamamos Estado.

Mientras tanto, de las fuentes de riqueza y de cómo activarlas, nadie habla. Nadie habla de los parados, de las inversiones, de cómo perdemos el tren del futuro, mediante una sustracción de dinero que servirá para sostener un Estado que, no sé, pero me da que mucho no está activando la economía.

Y es que las cosas funcionan como funcionan. La gente tiene que ganar dinero primero y luego pagar impuestos.

No al revés.

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